Comentario
De los dos hermanos Lorenzetti, vinculados también a la escuela sienesa, Ambroggio, el más joven, es el más interesante. Fue él quien llenó de admiración a Ghiberti por la tempestad que había pintado en una de las tablas consagradas al martirio de unos santos franciscanos en Bombay, para el convento de la orden en Siena.Ambroggio es conocido sobre todo por las dos composiciones que pintó por encargo del comune de Siena para el Palacio Público entre 1337 y 1339. En la misma línea que había caracterizado este tipo de encargos en el período inmediatamente anterior (recordemos la Maestá y el capitán Guidiricio da Fogliano de Simone Martini) se concibieron dos alegorías para la misma estancia, para celebrar el ideario político de los güelfos, partido que gobernaba Siena por entonces y que se mantuvo en el poder hasta 1355. Una de las dos consecuencias se refería al bien común y a la subordinación al mismo de cualquier interés privado, en la línea del concepto aristotélico que hace suyo Santo Tomás de Aquino y que se divulga por entonces. El Buen Gobierno nos muestra la ciudad con su territorio alrededor, afanada en múltiples ocupaciones y quehaceres: el comercio, las actividades menestrales, agrícolas, ganaderas, ete.El arte de Ambroggio, en particular su aptitud para enfrentarse a los retos del paisaje, es evidente. También resuelve felizmente la representación de la ciudad, que es fácilmente identificable gracias al campanile y al propio Duomo que asoman al fondo, con sus altas torres, sus logias abiertas y sus calles, centro de múltiples negocios.En el campo de la pintura profana las alegorías del Buen y el Mal gobierno suponen un hito importante en lo que a la representación de la realidad se refiere. Sin embargo, para su feliz consecución el pintor parece haber estado atento a cualquier vía de inspiración. Es el caso de la recurrencia a modelos antiguos para alguna de las figuras que la integran, como la de la famosa Pax que recuerda por su disposición la de las figuras etruscas recostadas, o el caso del coro de las muchachas danzando que semeja el de las bacantes tan usuales en relieves romanos.Al respecto es interesante traer a colación la noticia que recoge Ghiberti sobre el hallazgo de una Lisippea en Siena, en la época del pintor. Al parecer, la pieza se expuso a la admiración de los conciudadanos y Ambroggio aprovechó para dibujarla.